Gemas peculiares hay muchas, pero que realmente llamen la atención más allá de por su dureza o hermosura, hay pocas, y una de ellas es la iolita. Se da principalmente en la India, en Sri Lanka, en Mozambique, en Zimbabue y en Brasil; y si por algo destaca de sobremanera es por los peculiares efectos ópticos que su estructura cristalina genera, haciendo que los colores sean diferentes dependiendo del ángulo desde el que se vea la piedra. A este efecto se le denomina pleocroísmo, y es quizá el causante también del nombre, ya que procede del griego “los”, que significa violeta.
Pertenece a la familia geológica de las cordieritas y se dice que trae buena suerte y bienestar espiritual y físico, algo muy a tener en cuenta, y especialmente por ser comúnmente objeto de regalo en el 21 aniversario de boda. Tiene una dureza considerable, específicamente de 7.0 – 7.5 en a escala de Moh´s, y ello deriva en que a la hora de realizar el mantenimiento no haya mayor impedimento para la limpieza; pudiendo realizarla con vapor de agua, con aparatos de ultrasonidos o mismamente con un paño húmedo. Eso sí, nada de frotar la iolita con fibras metálicas, pues si se raya los efectos ópticos podrían degradarse.
Como anécdota cabría destacar cómo antaño, cuando los pueblos vikingos del norte de Europa navegaban por el Atlántico, empleaban la iolita como sistema de navegación, ya que les ayudaba a situarse con precisión en relación al sol. Para ello se usaban finas láminas de este mineral, que a modo de lentes de precisión les eran de mucha utilidad. Interesante, ¿verdad? Pues si tenéis la oportunidad de haceros con una gema de este tipo tened en cuenta que su valor irá en relación al tamaño y al color y brillo de la piedra.
